Dos poemas de Gerardo Diego

«Romance del Júcar»

Agua verde, verde, verde,
agua encantada del Júcar,
verde del pinar serrano
que casi te vio en la cuna
–bosques de san sebastianes
en la serranía oscura,
que por el costado herido
resinas de oro rezuman–;
verde de corpiños verdes,
ojos verdes, verdes lunas,
de las colmenas, palacios
menores de la dulzura,
y verde –rubor temprano
que te asoma a las espumas–
de soñar, soñar –tan niña–
con mediterráneas nupcias.
Álamos, y cuántos álamos
se suicidan por tu culpa,
rompiendo cristales verdes
de tu verde, verde urna.
Cuenca, toda de plata,
quiere en ti verse desnuda,
y se estira, de puntillas,
sobre sus treinta columnas.
No pienses tanto en tus bodas,
no pienses, agua del Júcar,
que de tan verde te añilas,
te amoratas y te azulas.
No te pintes ya tan pronto
colores que no son tuyas.
Tus labios sabrán a sal,
tus pechos sabrán a azúcar
cuando de tan verde, verde,
¿dónde corpiños y lunas,
pinos, álamos y torres
y sueños del alto Júcar?

Publicado en en La Gaceta Literaria el 15 de mayo de 1927, posteriormente luego se incluyó en el libro Hasta siempre (Madrid: Mensajes, 1949).

«Romance del Huécar»

Y el Huécar baja cantando,
sabiendo lo que le espera,
que va al abrazo ladrón
de su nombre y de su herencia.
Y el Huécar baja contento
y cantando pasa el Huécar,
torciendo de puro gozo
sus anillos de agua y menta.
Toda la hoz, todo el eco
de la noche gigantesca,
se hace silencio de concha
para escuchar su pureza,
porque viene tan vacante,
tan sin cítolas ni ruedas,
que está inventando la música
al compás de su inocencia.
Nunca vi un río tan íntimo,
nunca oí un son tan de seda,
es el resbalar de un ángel
unicornio por la tierra.
A un lado y otro del tránsito
renuevan su muda alerta
rocas de pasmo sublime
humanadas de conciencia,
casas con alma y corona
y, al baño de luna llena,
los descolgados hocinos
sus rocíos centellean.
La creación está aquí,
aquí mismo se congregan
el nacimiento del aire,
la voluntad de la piedra.
Y allá en lo hondo –unicornio
entre lanzas que le tiemblan–
cosas que sabe del cielo
nos canta el ángel del Huécar.

Se publicó en El «Cordobés» dilucidado y Vuelta del peregrino (Madrid: Revista de Occidente, 1966) y en las Obras Completas (ed. de Díez de Revenga, II, 469–470).

Comentarios